miércoles, 8 de julio de 2009

una reflexion sobre las elecciones

Los cíclopes

Los cíclopes pasean en los shoppings.
Prefieren los patios de comida a los patios con aroma a glicina.
Caminan por paisajes artificiales.
No ven los plásticos sólo los colores.
Los cíclopes se mueven en familias de hule certificado.
Su único ojo no les permite ver más allá de la apariencia.
Nunca logran superar la mitad de la superficie.
Levantan con gesto de asombro la única ceja que tienen cuando algo los perturba.
Cuando algo les golpea la viga.
Generalmente es el reflejo de su único ojo.
Los cíclopes ven la mitad de las cosas.

Yo, prefiero los bizcos.
Los bizcos ven las cosas duplicadas.
Por allí derraman lágrimas de esperanza.
Por allí entran a los paraísos artificiales.
Nunca se sienten solos (en cada espejo ven su sombra).
Siempre tienen al lado al hermano fusilado, torturado, crucificado.
Defienden a la justicia ciega de quien sólo mira la mitad de las cosas.
Los bizcos se multiplican para acrecentar la memoria.
Inundan el cielo con sus reflejos del agua de las fuentes de la plaza.
Laten con los bombos de la primavera rabiosa.
Los bizcos se rien de sus cuatro, ocho, dieciseis o treinta y dos ojos.

Los cíclopes cuentan la mitad de su riqueza.
Por eso, siempre quieren más.
Los bizcos doblan las apuestas, se arrojan al riesgo.
Por eso, a veces pierden.

1 comentario:

Sergue dijo...

«"A Nadie me lo comeré el último entre sus compañeros, y a los otros antes. Este será tu don de hospitalidad."

«Dijo, y reclinándose cayó boca arriba. Estaba tumbadó con su robusto cuello inclinado a un lado, y de su garganta saltaba vino y trozos de carne humana; eructaba cargado de vino.

«Entonces arrimé la estaca bajo el abundante rescoldo para que se calentara y comencé a animar con mi palabra a todos los compañeros, no fuera que alguien se me escapara por miedo. Y cuando en breve la estaca estaba a punto de arder en el fuego, verde como estaba, y .resplandecía terriblemente, me acerqué y la saqué del fuego, y mis compañeros me rodearon, pues sin duda un demón les infundiá gran valor. Tomaron la aguda estaca de olivo y se la clavaron arriba en el ojo, y yo hacía fuerza desde arriba y le daba vueltas. Como cuando un hombre taladra con un trépano la madera destinada a un navío otros abajo la atan a ambos lados con una correa y la madera gira continua, incesantemente , así hacíamos dar vueltas, bien asida, a la estaca de punta de fuego en el ojo del Cíclope, y la sangre corría por la estaca caliente. Al arder la pupila, el soplo del fuego le quemó todos los párpados, y las cejas y las raíces crepitaban por el fuego. Como cuando un herrero sumerge una gran hacha o una garlopa en agua fría para templarla y ésta estride grandemente pues éste es el poder del hierro , así estridía su ojo en torno a la estaca de olivo. Y lanzó un gemido grande, horroroso, y la piedra retumbó en torno, y nosotros nos echamos a huir aterrorizados.