Contradictoriamente a las citas oficiales, léase el estado chino, eran miles la cantidad de manifestantes - y no cientos- movilizados para reclamar sobre sus derechos culturales, sobre su independencia judicial y, sobre la situación de las inmigraciones chinas hacia la región que afectan considerablemente las costumbres y formas de vida de los uigures musulmanes. Este flujo de poblaciones se debe en parte a la crisis mundial actual que está dañando intensamente a los trabajadores. (Hay un artículo periodístico muy interesante sobre el tema en Le Monde Diplomatique, en la publicación del mes de junio.)
Una de las cosas que más me llamó la atención en la nota fueron las declaraciones de unos de los dirigentes políticos del partido comunista chino, que expresó sin más ni menos que los manifestantes merecían la pena de muerte. Hay cientos de detenidos (y se cuentan entre 140 los muertos) ¿A quién o quiénes se refería? No creo – espero, mi sentido común no permite imaginármelo en el siglo XXI, que no se refería a todos los detenidos, supongamos que hablaba de los organizadores, eso tampoco es lo central, porque no estoy hablando de una cantidad de personas ( como si eso compensara e hiciese la diferencia, a lo sumo lo será en los titulares, si poner masacre o asesinato) quiero hacer mención al derecho de libertad de expresión, el derecho a expresar una opinión, ideología o creencia, más allá de que no se encuentre acorde a la propugnada por el poder político de turno, derechos que hoy, como siempre no son respetados, ni en la China ni en el último país del mundo, ¡Vaya casualidad! Ese es la Argentina…
No es que me sorprenda que la república socialista de China tenga este tipo de actitudes políticas y sociales por sobre el respeto a diversas identidades culturales, es bien conocida la cuestión ejemplar de los tibetanos. Lo que intento expresar no es esta situación específica como si la misma hubiese sido motivo de asombro sin más ni menos, si así fuese en todo caso, debería tomármelo como de quién viene.
Voy a continuar con el relato de los hechos, para ir expresando de a poco, y lo más prolijamente posible los pensamientos.
Si de un gobierno autoritarista se escuchan este tipo de expresiones como las del partidario político chino que rehúsa a la autoridad de un tribunal de justicia imparcial para dictaminar vía juicio previo una condena justa, entonces tampoco deben esperarse demasiados gestos apropiadamente tolerantes y pacificistas. Seguidamente, en China
-como sucede actualmente también en Rusia, me enteré por La Nación, que dicho sea de paso me remito al viejo refrán: conoce a tu enemigo y conócete a ti mismo- abogados y defensores de los derechos humanos provenientes de diferentes Ong`s están siendo amenazados por el propio gobierno para que no defiendan a los “salvajes” uigures musulmanes participantes de las manifestaciones. Insisto, no es el único lugar del mundo donde suceden estas cosas, visitemos mentalmente África por un instante, es bello el Sahara ¿no? Demos una vuelta por la República del Congo, por Ruanda, por Sudán, Afganistán ¿dónde está el sueño democrático? ¿Acaso terminó por no ser más que el sueño americano?
No quiero hacer de este espacio un lugar esencialmente catártico, aunque un poco sí lo sea. Simplemente dentro de mi cabeza me pregunto así de forma tan vaga, tan estrecha, tan poco útil posiblemente, sobre cuestiones como la libertad de expresión, qué relación tiene con los medios masivos de comunicación, cuánto le deben ellos a ella y cuánto necesita ella de aquellos para que los gritos de unos pocos puedan retumbar fuerte y hacerse oír junto con otros tantos que parecen también gritar lo mismo. Pero posiblemente entre ellos sí se escuchen. Una vez más, tengo que recordar que estos multimedios masivos de comunicación sirven a nosotros.
Nosotros los consumimos, y somos nosotros los que no escuchamos gritos, tal vez sí un lejano bullicio que se opaca con otras voces más veleidosas, para luego continuar con nuestro baladí de todos los días, con nuestro soma.
Esto me remite un poco a las políticas sobre las reformas de difusión audiovisual que se están deliberando actualmente en el gobierno nacional. Por un lado pienso en que es conveniente darle más espacio al estado en los medios de comunicación, acabar con el monopolio de unos pocos clarinetes nacionalistas.
No quisiera dejar estos dos temas tratados como desconectados: los acontecimientos en China y la nueva ley de radiodifusión en Argentina. Ambos están englobados en la relación libertad de expresión – libertad de prensa. Termino pensando que las dos son requeridas, por el contrario ¿cómo escuchar los gritos más lejanos? Es más, ¿Cómo hacerlos propios?
Acostumbrados a hablar de otredades y alteridades, así es cómo a veces disfrazamos a la ignorancia mezclada con la indiferencia.
La cuestión es que vuelvo a pensar, ¿no serán la libertad de prensa y la libertad de expresión, entre otras libertades, sólo sueños?
Al final de la jornada, es entendible que uno busque frenéticamente por su dosis de soma.
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