viernes, 27 de febrero de 2009

el azar o la necesidad

El azar o la necesidad?

Siguiendo con la costumbre de robar títulos y adaptarlos a las necesidades (todo el mérito es de antropocacos), esta vez le tocó a Jacques Monod, en cuyo honor sustraje una “y” y la reemplacé por una “o”. La razón de semejante latrocinio fue dar el puntapié a una serie de debates que surgieron, tal por azar, tal vez por necesidad, sobre el determinismo en los sistemas caóticos y complejos. Se habló de diferenciar entre una aleatoriedad ontológica y otra fenomenológica, es decir una fortuna intrínseca al universo o una imposición metodológica al modelo. Es el azar una medida de nuestra ignorancia? Si ese es el caso, entonces que viva la medida! y me refiero a la posibilidad técnica de aplicar la teoría de las probabilidades a cualquier problema del que sospechemos casualidades. Al utilizarla no erradicamos el error, pero lo reducimos a una proporción conocida. La negación del azar elimina la posibilidad de la libertad y uno tiende a revelarse contra el determinismo irremediable de San Agustín. Cualquiera preso sabe lo que duele la ausencia. No es posible derribar con un recurso retórico lo que en general ha tenido un precio en sangre. Y sin embargo la duda persiste. No existirán un conjunto de cadenas causales en un micronivel que determinan y prejuzgan todo aquello que a nosotros nos parece una mera elección personal? Esperemos que se anime el viejo fuego del debate sobre el azar o la necesidad.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo creo que hay dos temáticas que se pueden discutir alrededor del la posibilidad de la existencia del azar, su hermano mayor el caos y la causalidad. Por un lado si es que semejantes categorías cognitivas verdaderamente existen fuera del discurso y si tienen alguna utilidad descriptiva más allá de reemplazar aquello que no se sabe o aquello que no es relevante. ¿Hay verdaderamente algún fenómeno completamente azaroso? ¿Existe verdaderamente el caos absoluto, sin forma ni estructura, carente de regularidad? Por otro lado, el azar es un componente de muchas teorías y modelos en los que reemplaza eventos individuales y puntuales de los que se predica su indeterminación, al mismo tiempo que se asigna a una población dada de estos eventos, ciertas frecuencias de ocurrencia. El azar allí reemplaza a la ocurrencia individual, pero esta última no es relevante. Lo que es relevante es la frecuencia de distribución de eventos en la población. Ahora bien, en la vida real si el individuo en cuestión tiene agencia, intención o al menos un tendencia a reaccionar en relación evento que se dice azaroso, desconocido, o irrelevante, y en pos de una finalidad que define esa agencia, intensión o reacción, ese individuo no tiene su destino sellado. El camino de eventos que lo llevará a un pertenecer a algún lugar en la distribución de frecuencias no es conocido por él, ni por los académicos que lo estudian, para los que su destino individual es irrelevante. Si bien aquí se deja entrever el problema de la libertad y el destino, creo hay otra cuestión tan relevante, aunque quizá menos romántica: la posibilidad de que haya áreas vedadas a nuestra herramientas cognitivas, no porque éstas sean imperfectas, sino porque haya pequeños microcosmos de incognocibilidad, singularidades generadas a partir de cosas tales como el factor creativo del individuo para encontrar soluciones a sus problemas, o más genéricamente, del esfuerzo del organismo por sobrevivir.

Anónimo dijo...

No creo que la existencia de determinaciones causales conspire contra el libre albedrio o tenga siquiera que ver con el.
Si soy preso y quiero liberarme, optaré por el control y manipulación de aquellas variables que empiricamente me conduzcan a mi objetivo, pero dificilmente gane en eficacia si, por ejemplo, dejo mi destino librado al libre albedrio de mis captores.
En el mismo sentido, a la idea del azar tampoco la veo como liberadora perse. Desconocer porque sucede algo y adjudicarle eso al azar omnipresente puede ser una concesión retórica modélica que comprendo perfectamente, pero no me ayuda en lo mas minimo ni en mi empresa cognoscitiva ni en el objetivo de operar sobre esa realidad.
Me parece que hay una carga semántica intrinsecamente positiva en la idea de azar que discuto con todo el enfasis posible. Del mismo modo, hablar de determinaciones causales no significa ser conservador en terminos politicos. Son dos esferas fenoménicas que no tienen ninguna relacóón de necesariedad.

Anónimo dijo...

Coincido con Jorge que desarrollar nuestros proyectos de investigación desde un paradigma determinista, válgame la redundancia, no determina una inclinación política. Del mismo modo que creer en la libertad no lo convierte a uno en progresista. El discurso de Bush está lleno de referencias a la libertad como valor supremo de la sociedad occidental, por ejemplo. También coincido con que libertad no es contradictoria con el determinismo. Se puede ser libre de elegir a partir de causas concretas y tomar decisiones lineales a partir de ellas, como en la teoría del hombre económico, donde el ser humano elige de acuerdo al beneficio de las opciones. Allí la libertad coincide con el determinismo puro: cuanto más libre somos y cuanto mas conocemos las relaciones causa efecto que afectan nuestras decisiones, mas determinados estamos a actuar en nuestro propio beneficio. Sin embargo, aunque la libertad pueda coincidir o ser consistente con un conjunto de causa-efectos determinables, eso no significa que pueda reducirse siempre a ellos. Creo que un ejemplo podría verse en las actividades creativas. Por ejemplo, nunca vi en 17 meses en labrador dos botas Innu iguales. Aunque el método de factura es muy simple, se usan pocos componentes y los pasos de producción se puedan especificar con precisión, es imposible copiarlas exactamente. Yo creo que el si el fenómeno de la creatividad pudiera descomponerse en causas, sería una cantidad ontológicamente indefinible o simplemente infinita.